Enfermedad renal poliquística felina
Escrito por Júlio César Cambraia Veado
El conocimiento de la denominada anteriormente “enfermedad del gato Persa” sigue en continua evolución, existiendo nuevas formas de diagnosticar esta enfermedad y, tal vez, de erradicarla.
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Puntos clave
La enfermedad renal poliquística (PKD) es una enfermedad hereditaria autosómica dominante caracterizada por la formación de quistes renales.
Ambos riñones se ven afectados y, a veces, también se pueden desarrollar quistes en otros órganos, como el hígado y el páncreas.
La ecografía es la prueba no invasiva más práctica para diagnosticar PKD en gatos adultos.
La PKD es incurable y progresiva; el tratamiento es sintomático y similar al de cualquier otra causa de enfermedad renal crónica.
Introducción
Durante los últimos 30-40 años se han producido importantes cambios en la sociedad que han transformado la medicina veterinaria de los animales de compañía. El porcentaje de familias con varios hijos ha disminuido, lo que ha llevado a una reducción y simplificación del espacio de las viviendas. Además, actualmente es más complicado vivir cerca del lugar de trabajo, por lo que es habitual salir temprano de casa y regresar tarde después de trabajar. Sin embargo, seguimos teniendo la misma necesidad inherente del ser humano de cuidar de un ser vivo y, en las últimas décadas, muchas mascotas han pasado a formar parte del hogar. El resultado de estos cambios es un aumento de la popularidad de los gatos en todo el mundo, en parte porque se les considera animales independientes con menos necesidad de la presencia del tutor. Por lo tanto, la relación humano-gato está aumentando, al igual que la población felina; recientemente, en el 2023, se ha estimado que el número de gatos domésticos (no callejeros) en Europa es de unos 129 millones (a modo de comparación, el correspondiente número de perros es de unos 106 millones) (1). Dada la necesidad de mantenerse actualizado y proporcionar los mejores cuidados a la especie felina, este artículo ofrece información actualizada sobre una enfermedad que se identificó por primera vez en el gato Persa hace ya unos 35 años (2).
Etiopatogenia
La enfermedad renal poliquística autosómica dominante (ADPKD), también conocida por su versión simplificada, la enfermedad renal poliquística (PKD), es una afección hereditaria autosómica dominante caracterizada por la formación de quistes renales; ambos riñones se ven afectados y, a veces, también se desarrollan formaciones quísticas en otros órganos, como el hígado y el páncreas. Esta enfermedad puede afectar a muchas especies, incluyendo el ser humano, y puede encontrarse en cualquier raza felina, pero su prevalencia en la raza Persa ha hecho que se la conozca como la “enfermedad del gato Persa”.
El gen de la enfermedad renal poliquística 1 (PKD1), situado en el cromosoma 16p13.3, es responsable de codificar la policistina-1 (PC1), una proteína vital que se encuentra en las células de los túbulos renales, y se considera que la mutación de este gen es la principal causa de PKD (3). Esta mutación da lugar a una policistina-1 anómala, lo que conlleva alteraciones como la modificación de la secuencia de aminoácidos, la reducción de la capacidad funcional y la inhibición del control del crecimiento celular (Figura 1) (3). Esto conduce a una pérdida de la integridad tubular renal, con una dilatación progresiva de los túbulos, formándose quistes que se llenan de líquido, generalmente de filtrado glomerular. Se pueden desarrollar múltiples quistes de diámetro variable en los riñones, lo que lesiona gravemente el parénquima renal (Figura 2) con destrucción de nefronas, reducción de la masa renal funcional y la consiguiente enfermedad renal crónica (ERC). Alrededor del 85% de los casos de PKD están causados por mutaciones del PKD1, mientras que el 15% restante está asociado al gen PKD2 (enfermedad renal poliquística 2) (3).


Epidemiología
La incidencia de PKD se comenzó a describir en la literatura hace unos treinta años. En un estudio en Italia en el que se evaluaron los hallazgos ecográficos de gatos de raza Persa y Exóticos de pelo corto se encontró que el 41% de los animales presentaba quistes renales (4) y en un estudio de revisión en Francia se indicó la presencia ecográfica de quistes en el 41,8% de los gatos Persas y el 39,1% de los Exóticos de pelo corto (5). También se ha reportado una incidencia elevada fuera de Europa; por ejemplo, en un estudio en Australia realizado en el 2001 se describió la presencia ecográfica de quistes en el 45% de los gatos Persas (6). El desarrollo de métodos de diagnóstico molecular que permiten detectar las mutaciones del gen PKD1 ha contribuido aún más a la concienciación sobre esta enfermedad (7,8). Los autores de uno de estos estudios, publicado en el 2004, aconsejaron “la evaluación ecográfica para detectar PKD en gatos Persas o razas relacionadas con el Persa antes de la reproducción”, pero a pesar de recomendar a los criadores que no criaran con los gatos afectados, se reconoció que “algunos individuos portadores del gen defectuoso podrían seguir siendo utilizados para la cría”. Se citaron varias razones para ello, incluyendo la ausencia de signos clínicos de enfermedad renal; el desconocimiento de esta enfermedad por parte de los criadores; la falta de disponibilidad o el elevado coste de las ecografías; la decisión de criar antes de identificar con precisión a los gatos afectados y el hecho de poder perder varios ejemplares de cría dada la alta prevalencia de la enfermedad. Los autores indicaron que “disponer de una prueba genética para detectar PKD en el gato proporcionaría a los criadores un medio eficaz y preciso para la cría selectiva y eliminar esta enfermedad de la población” y aconsejaron que “dado que la PKD puede afectar a otras razas relacionadas con el Persa, también se debería evaluar la incidencia de PKD en estas razas”.
Por lo tanto, gracias a las investigaciones realizadas a principios de este siglo se ha producido un aumento de la concienciación sobre la PKD que puede haber tenido un impacto positivo en los criadores, al excluir de los programas de cría a los animales portadores del gen defectuoso. Esto se puede ver reflejado en estudios más recientes sobre la incidencia de PKD, en donde se está empezando a reportar diferentes resultados. Dada la mayor concienciación y los nuevos métodos de diagnóstico molecular que pueden detectar las mutaciones del gen PKD1, se ha producido una reducción significativa del número de casos detectados. En un estudio reciente en México se evaluó la prevalencia de PKD utilizando una prueba de reacción en cadena de la polimerasa con análisis del polimorfismo de los fragmentos de restricción (PCR-RFLP) para determinar el genotipo de una cohorte de gatos Persas (8). El 23% dio positivo a PKD y también se mencionó, que, aunque la ecografía tiene una alta sensibilidad para detectar la formación de quistes en gatos adultos, no es fiable en gatos menores de 10 meses. Sin embargo, según los autores, las pruebas moleculares permiten identificar a los gatitos afectados desde el primer día de vida, por lo que esta técnica diagnóstica es muy útil para que los criadores puedan tener un mayor control y erradicar la PKD de las poblaciones felinas.
En un estudio reciente en Brasil, se extrajo ADN genómico a partir de muestras de sangre periférica completa o de hisopos bucales y se evaluó mediante PCR-RFLP (9). De los 537 gatos Persas incluidos en el estudio, solo 27 presentaron la variante de un solo nucleótido (C a A) en la posición 3284 del exón 29 del gen PKD1. Esta variante solo se ha identificado en estado heterocigótico. La prevalencia de PKD en gatos de raza Persa o relacionada con el Persa fue del 5,03% y del 1,6%, respectivamente. No se observó una correlación significativa entre la raza, el sexo o la edad y la prevalencia de PKD, tal y como se ha demostrado en otros estudios. Cabe destacar que la prevalencia de PKD fue inferior a la descrita en otras partes del mundo y en otros años, y los autores sugieren que este hallazgo puede estar relacionado con el asesoramiento genético y la posterior selección de gatos reproductores libres de PKD. No obstante, en un estudio reciente realizado en Japón también se sugirió una disminución de la prevalencia de PKD; de los 1281 gatos evaluados mediante PCR en tiempo real, 23 (1,8%) presentaron la variante convencional PKD1, y solo cuatro gatos fueron de raza Persa (10).
Aunque los estudios sobre la prevalencia de PKD en Estados Unidos están desactualizados, indicando una incidencia de entre el 38% (7) y el 49% (11) de los casos en gatos de raza Persa, en un artículo más reciente se ha observado una reducción significativa ( 80 %) en las pruebas genéticas de PKD en el Laboratorio de Genética Veterinaria de la Universidad de California en Davis (12), lo que indica una disminución en el número de animales positivos a esta enfermedad. Estos datos llevan a pensar que, en los últimos años, los criadores de EE. UU. han llevado a cabo programas de cría para reducir con éxito la prevalencia de PKD. Quizás esto no sea sorprendente; hoy en día, en medicina veterinaria, el conocimiento y la percepción de una enfermedad hereditaria se difunden gradualmente, se desarrollan mejores métodos de diagnóstico molecular y se reconoce la importancia de identificar a los animales portadores para excluirlos de los programas de cría, lo que reduce en gran medida la incidencia general de la enfermedad.
Métodos de identificación y evaluación de la PKD
La ecografía renal es el método de diagnóstico no invasivo más práctico para identificar PKD en gatos adultos (Figuras 3 y 4). La sensibilidad de la ecografía por sí sola es del 75% en animales de 16 semanas de edad, y del 91 % en animales de 36 semanas, por lo que la sensibilidad aumenta con la edad. La ecografía tiene una especificidad del 100% cuando se realiza en animales de 3 meses de edad para detectar una posible PKD (13).
Actualmente, la PCR convencional o en tiempo real (qPCR) se considera la técnica molecular más popular. Estas técnicas permiten diagnosticar enfermedades hereditarias, identificar mutaciones o polimorfismos genéticos, realizar tipificaciones genéticas y evaluar la expresión génica de un animal (9). Sin embargo, la ecografía presenta algunas ventajas con respecto a las pruebas genéticas, ya que permite identificar otras formas de enfermedad renal quística, así como evaluar la gravedad y la progresión de la enfermedad (14). Por lo tanto, la combinación de pruebas genéticas y técnicas de imagen puede ser importante tanto para la detección precoz como para el seguimiento de la PKD (3).


Presentación clínica y tratamiento de la PKD
Aunque la PKD se puede desarrollar durante la gestación y muchos gatitos nacen con quistes, con la edad se produce un aumento tanto del número como del tamaño de los mismos. Por lo tanto, muchos gatos pueden ser portadores subclínicos durante varios años, y en caso de presentar signos clínicos, estos no son patognomónicos de PKD, ya que son signos de enfermedad renal crónica. La edad media de aparición de los signos es de siete años, aunque pueden observarse en cualquier momento entre los tres y los diez años. La progresión de la enfermedad varía notablemente de un individuo a otro, lo que sugiere que intervienen diversos factores (3). Los signos clínicos pueden incluir apatía, anorexia, pérdida de peso, poliuria y polidipsia, así como trastornos gastrointestinales. En la exploración física se puede observar deshidratación, palidez de las mucosas y pérdida de peso, así como un agrandamiento y un contorno irregular de los riñones a la palpación (signos relacionados con la enfermedad renal crónica) (Figura 5). Las pruebas de laboratorio no son específicas y se suelen observar anomalías asociadas al fallo renal (p. ej., azotemia, hiperfosfatemia, anemia no regenerativa y proteinuria) (3).

Aunque la mutación del gen PKD1 provoca principalmente cambios tubulares renales, también puede dar lugar al desarrollo de quistes en el hígado y el páncreas, pero esto es relativamente raro; se pueden encontrar quistes hepáticos en alrededor del 12% de los gatos con PKD (Figura 6). Su detección se debe considerar indicativa de diagnóstico de PKD. En raras ocasiones se observan signos clínicos asociados a insuficiencia hepática, y todavía no se ha determinado la naturaleza subyacente de este proceso (3).
Desgraciadamente, la PKD es incurable y progresiva. El tratamiento se basa en el control de los signos clínicos y el manejo conservador de la ERC, siguiendo las recomendaciones de la Sociedad Internacional de Interés Renal (IRIS) (15). Estas incluyen la administración de una dieta específica a partir del estadio II de la ERC para favorecer la calidad de vida y la longevidad del paciente. Las dietas renales tienen como objetivo reducir los residuos nitrogenados proporcionando niveles adecuados de proteínas de alto valor biológico, controlar la presión arterial y la hiperfosfatemia restringiendo la ingesta de sodio y fósforo respectivamente, estimular el crecimiento de bacterias intestinales dependientes del nitrógeno y promover la actividad antioxidante mediante el uso de ácidos grasos omega-3 y minerales (16).
Una vez diagnosticada la ERC, el pronóstico dependerá de muchos factores. Puede ser mejor en pacientes de edad avanzada con pocos quistes que en pacientes más jóvenes con numerosos quistes. El pronóstico también depende de la relación con la ERC: cuanto mayor es el número de quistes, menor es el número de nefronas, peor es la función renal, más rápida será la progresión y peor el pronóstico (3,15).

Conocimientos y perspectivas de futuro
Los conocimientos de medicina humana sobre la PKD pueden orientar las posibles perspectivas de futuro de esta enfermedad en el gato (16); aunque posiblemente la literatura veterinaria no esté tan actualizada como la medicina humana, cabe señalar un par de factores. En las personas, la tasa de filtración glomerular (TFG) se considera el mejor indicador de la función renal general y permite evaluar la progresión de la PKD; sin embargo, en la clínica veterinaria este parámetro no se suele utilizar, y la concentración de creatinina sigue considerándose un marcador crítico de la progresión de la enfermedad (16). Un avance interesante en el campo de la medicina humana es la Clasificación de Imágenes elaborada por la Clínica Mayo para estratificar el riesgo en pacientes con PKD (17). La clasificación se basa en las imágenes de tomografía computarizada o resonancia magnética para evaluar el volumen renal total del paciente; una vez realizados los ajustes según la altura y la edad del individuo, el resultado puede servir para predecir la velocidad de progresión de la enfermedad. Por último, el tolvaptán, un antagonista selectivo del receptor V2 de la vasopresina, es el único producto aprobado actualmente por las agencias reguladoras de EE. UU. como terapia modificadora de la enfermedad para la PKD en las personas (16). Sin embargo, estos métodos predictivos para evaluar la progresión, así como los posibles fármacos para evitar dicha progresión se tiene que investigar en los animales, particularmente, en el gato Persa.
Cuanto mayor es el número de quistes, menor es el número de nefronas, peor es la función renal, mayor es la progresión de la enfermedad y peor es el pronóstico.
Conclusión
La PKD no es una enfermedad específica del Persa, sino que puede aparecer en otras razas felinas y especies diferentes, incluyendo el ser humano. Se trata de una enfermedad autosómica dominante causada por una mutación en el gen PKD1 o PKD2 y, aunque es hereditaria, los signos clínicos no suelen aparecer hasta la edad adulta. Los veterinarios desempeñan un papel crucial en la identificación, el diagnóstico y la recomendación de la eliminación de los portadores de la mutación de los programas de cría, y sus esfuerzos, en combinación con los de los criadores, han contribuido a reducir la prevalencia y la incidencia de la PKD, de modo que ahora esta afección se observa con menos frecuencia. En base a este escenario, es posible que la PKD se convierta en el futuro sea una enfermedad rara y deje de llevar el estigma de la “enfermedad del gato Persa”.
Referencias
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Júlio César Cambraia Veado
DVM, PhD, Facultad de Veterinaria, Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), Belo Horizonte, Brasil
El Dr. Cambraia Veado se licenció por la UFMG en 1984 y realizó el doctorado en Radiobiología y Radiopatología en la Universidad de París antes de regresar a la UFMG, donde actualmente es profesor del Departamento de Clínica y Cirugía Veterinaria de la Facultad de Medicina Veterinaria. Además de dedicarse a la docencia, desarrolla su labor de investigación en nefrología, especialmente en la renoprotección y las técnicas de diálisis. Ha sido presidente fundador del Colegio Brasileño de Nefrología y Urología Veterinaria (CBNUV) y es miembro de la junta fundadora del Colegio Latinoamericano de Nefrología y Urología Veterinaria (CLANUV).